Orden de predicadores, 800 años: Tomo III. Figuras dominicas, siglos XVI-XX

Durante la fiesta de la Asunción de 1217, Domingo de Guzmán dijo a sus hermanos, los miembros de la recién creada Orden de Predicadores: “El trigo amontonado se pudre, pero cuando se esparce da fruto abundante”. Este acontecimiento, que ha llegado a constituir un hito de los primeros años de la Orde...

Descripción completa

Autor Principal: Amenta, Sara Graciela
Otros Autores: Ballén Rodríguez, Juan Sebastián, Benavides Silva, Fabián Leonardo, Cruz Alonso, María, Escobar Herrera, Andrés Mauricio, Ferrari, Mariano, Gómez Bello, Eduardo Alberto, Jiménez Villar, Gonzalo Edmundo, López López, Juan Sebastián, Plata Quezada, William Elvis, Ramírez Barreto, Édgar Arturo, Ramírez Téllez, Alberto René, Romero Tovar, Sigifredo, Tenti, María Teresa, Torres Torres, Eugenio Martín, Valero Cuadra, María del Pino, Vásquez Pinzón, Clara Emilia, Vega Cernud, Miguel Ángel, Yate Rodríguez, Francisco Javier
Formato: Generación de Nuevo Conocimiento: Libros publicados
Idioma: spa
Publicado: Universidad Santo Tomás 2019
Materias:
Acceso en línea: Ramírez, A. (2017). Orden de predicadores, 800 años: Tomo III. figuras dominicas, siglos XVI-XX. Bogotá: Ediciones USTA.
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Sumario: Durante la fiesta de la Asunción de 1217, Domingo de Guzmán dijo a sus hermanos, los miembros de la recién creada Orden de Predicadores: “El trigo amontonado se pudre, pero cuando se esparce da fruto abundante”. Este acontecimiento, que ha llegado a constituir un hito de los primeros años de la Orden de Predicadores, podría verse también como anticipación de la diversidad con que el espíritu dominico se ha expresado a lo largo de la historia. Dominicos fueron Tomás de Aquino y Martín de Porres, Pedro de Verona y Giordano Bruno, Rosa de Lima y Catalina de Siena, Alberto Magno y Fray Angélico, Henri Didon y Giorgio La Pira. La lista podría extenderse en el tiempo y en el espacio, conjuntando figuras que, pese a sus notables diferencias, coinciden en su intensa búsqueda de la verdad y en su afán de compartir con los demás el fruto de su contemplación. Pareciera, entonces, que solo es posible poner en valor el legado dominico en la medida que se aprende a conjugar la sencillez de su carisma con la diversidad de hombres y mujeres que lo han encarnado. Este volumen, entonces, hace una descripción de la vida de dichas figuras a la luz de sus aportes o enseñanzas desde la Orden de Predicadores.