Crónicas de partos y otros dolores

En agosto de 1978 me entregaron el cuerpo sin vida de mi hija Laura, de 23 años, quien tenía un embarazo de dos meses cuando la secuestró la dictadura argentina. Por testimonios de sobrevivientes, pude saber que en junio de ese año había dado a luz a un niño al que llamó Guido. Cuando me enteré que...

Descripción completa

Autor Principal: Basiñski, Tomasz
Formato: info:eu-repo/semantics/bachelorThesis
Idioma: spa
Publicado: Universidad Santo Tomás 2017
Materias:
Acceso en línea: https://hdl.handle.net/11634/3697
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Sumario: En agosto de 1978 me entregaron el cuerpo sin vida de mi hija Laura, de 23 años, quien tenía un embarazo de dos meses cuando la secuestró la dictadura argentina. Por testimonios de sobrevivientes, pude saber que en junio de ese año había dado a luz a un niño al que llamó Guido. Cuando me enteré que Laura había sido madre, mi consuegra me dijo que no buscara sola, que había otras abuelas. La primera vez que fui a la Plaza de Mayo con ellas, yo temblaba como una hoja. Había tantos militares, tantos caballos, tantos fusiles. Pero estas abuelas seguían caminando y me decían: “No te va a pasar nada, seguí, no tengas miedo, estamos juntas”. y apretarse y darse las manos, como hermanas, es algo que conservamos hasta hoy. Todas habíamos recorrido un camino similar. Habíamos visitado orfanatos, juzgados, ministerios, iglesias, y en todas partes nos habían respondido con el silencio o la indiferencia. Al principio nos reuníamos de incógnito porque la dictadura continuaba con una feroz persecución a cualquier disidencia. Nos organizamos, empezamos a viajar por el mundo para dar a conocer lo que estaba ocurriendo en la Argentina y recibimos el apoyo y la solidaridad de gobiernos, instituciones y personalidades, y a la par fuimos obteniendo nuestros primeros logros. En nuestro caso, la mayor reparación siempre fue encontrar a los nietos que nos robaron como botín de guerra cuando eran bebés o que nacieron en los centros clandestinos de detención de la dictadura. Hemos encontrado a más de 100, pero todavía faltan muchos. Actualmente son hombres y mujeres, adultos, y quizás ya tienen hijos, que son nuestros bisnietos.