No-autorretratos

El arte, durante la historia, ha planteado una forma de autorrepresentación que consiste en una definición propia y no mediada por un tercero. El artista plasma en sus obras cómo él ve al otro o cómo se ve a sí mismo; yo deseo dar la vuelta a este común denominador y trabajar con cómo los otros m...

Descripción completa

Autor Principal: Espinosa Posso, Álvaro Sebastián
Formato: bachelorThesis
Idioma: spa
Publicado: Quito / PUCE / 2015 2015
Materias:
Acceso en línea: http://repositorio.puce.edu.ec/handle/22000/8090
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Sumario: El arte, durante la historia, ha planteado una forma de autorrepresentación que consiste en una definición propia y no mediada por un tercero. El artista plasma en sus obras cómo él ve al otro o cómo se ve a sí mismo; yo deseo dar la vuelta a este común denominador y trabajar con cómo los otros me ven a mí, intentando dejar de lado mi propia idea que he creado en base a quién soy yo y cómo me veo. Intento descubrir formas y métodos distintos de representación del yo y del otro; sin recurrir únicamente a mi mirada. Algo que ha sido común en la creación representativa de los artistas. El dibujo y la pintura han jugado un papel importante en la representación durante la historia, dejando huellas casi imborrables de personajes poderosos en diversas imágenes de conquistadores, guerreros, filósofos, sacerdotes, entre otros. Imágenes plasmadas en pinturas desarrolladas desde cánones “perfectos” devenidos de la tradición occidental del arte. Muchas de las personas retratadas durante la historia han sido vistas bajo la propia interpretación del artista, su profesión, su personalidad, o si eran importantes y poderosos. A la vez en el retrato consta el estado físico y anímico del modelo, pero también podemos encontrar los sentimientos y la opinión del artista con respecto del retratado. En el transcurso de la historia se han creado gran cantidad de retratos idealizados de los personajes más importantes o de los más acaudalados, como es el caso de Napoleón Bonaparte, Isabel I de Inglaterra o la tan conocida fotografía del Che Guevara. Los retratos más antiguos provienen de los egipcios, pero estos retratos no representaban la realidad fisionómica del retratado y también a esto hay que añadir que “Las civilizaciones antiguas nos han dejado una imagen de sí mismas que está falseada por la conservación más o menos buena de sus vestigios.” (Francastel, 1978:19). Se trataban principalmente de retratos idealizados conscientemente por parte de quien los realizaba “…la aspiración a la vida eterna exigía que la imagen del difunto fuera ideal y que se encontrase libre de toda característica temporal.” (Francastel, 1978:20). Eran imágenes creadas en base a cánones establecidos rigurosamente regulados “…por tanto, no en presencia de retratos, sino de ideogramas” (Francastel, 1978:20). Los egipcios, en sus retratos mortuorios, parecería ser, que intentaban captar la verdadera imagen del fallecido, siendo estos de los primeros en asemejarse a la realidad. La representación de la persona común no era muy importante en la Edad Media, por lo que sus retratos no son usuales en este tiempo. Sin embargo, las personas adineradas hacían donaciones para expiar sus culpas y, en estas ocasiones, eran retratados dentro de algún cuadro o imagen religiosa como en el caso del banquero Enrico degli Scrovegni pintado por Giotto al momento de donar la capilla a los ángeles. A la llegada del Renacimiento, el retrato cobra gran importancia por el interés en la figura del hombre. Estos eran bastante valorados en la sociedad porque representaban el estatus social y el éxito alcanzado por la persona retratada. Los grandes retratistas llegaron a ser considerados genios y esto los llevó a ser parte de las cortes europeas y de la Iglesia. Una de las mejoras del Renacimiento en las técnicas pictóricas, fue la representación de las expresiones faciales logrando así incorporar en los cuadros gran destreza en cuanto a las emociones del retratado.