Imágenes del cuerpo en la poesía ecuatoriana del siglo XX

Cuando pensamos en el cuerpo humano, inmediatamente lo asociamos a una suma de extremidades o de órganos, que pueden corresponderse con nuestra propia corporalidad o con la del otro. Sin embargo, cuando se nos cuenta una historia o cuando leemos un poema donde el cuerpo aparece como protagonista,...

Descripción completa

Autor Principal: Rodríguez Santamaría, Juan José
Idioma: esp
Publicado: Pontificia Universidad Católica del Ecuador 2016
Materias:
Acceso en línea: T/E861.009/R618i
Etiquetas: Agregar Etiqueta
Sin Etiquetas, Sea el primero en etiquetar este registro!
Sumario: Cuando pensamos en el cuerpo humano, inmediatamente lo asociamos a una suma de extremidades o de órganos, que pueden corresponderse con nuestra propia corporalidad o con la del otro. Sin embargo, cuando se nos cuenta una historia o cuando leemos un poema donde el cuerpo aparece como protagonista, la relación entre el modo en que está plasmada la idea del cuerpo en dicho texto y nuestra asimilación del mismo se vuelve difusa. El signo lingüístico, tal como lo entiende Sausurre, supone la combinación de dos elementos: un significante (que es la parte del signo que puede hacer sensible –una palabra en objeto matérico–) y un significado (que es la parte ausente). Ahora bien, entendido que el signo posee un carácter diádico y dicotómico, hay dos procesos que lo involucran: 1) denotación y 2) representación. Para que estos procesos sean posibles es necesaria la integración de otro elemento: el referente real (la cosa del mundo tangible)1. Ahora bien, si pensamos que el cuerpo es metonímicamente o metafóricamente aludido en un poema estamos ante un ejercicio de denotación que podría suscitar una representación en la mente del lector. La representación es la aparición de una imagen mental en la mente del usuario de los signos, pero también supone que algo (un objeto lingüístico) está en lugar de algo (un cuerpo humano): una frase o varios versos, en lugar del cuerpo físico. Desde luego, esto supone también que la correlación de sentido entre estos dos fragmentos de “algo” parte de un arbitrariedad socialmente consensuada. Así por ejemplo, cuando Octavio Paz dice “tu pelo, otoño espeso”, en realidad, la palabra “pelo” remite a un “pelo” físico. Inclusive, la argumentación que estoy planteando en este momento sería imposible sin esa palabra. Ahora bien, esa palabra no explica “todas” las características del pelo físico, ni a la inversa, pues la semiosis social y el devenir histórico impiden que algo sea fijado (en el lenguaje o en el cuerpo) desde la lógica de la mímesis