Desarrollo y otredad: un análisis sobre el trabajo sexual en Quito
Superando las concepciones moralistas, la prostitución no es ajena a ser un oficio más que la modernidad capitalista produce y demanda. Su ejercicio no está por fuera de la dinámica del mercado: ofrecer un servicio a cambio de una compensación económica. No obstante, el conflicto yace en la valor...
Autor Principal: | Díaz Almeida, Michelle Paola |
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Otros Autores: | Polo Rojas, Lina María |
Formato: | bachelorThesis |
Idioma: | Spanish / Castilian |
Publicado: |
PUCE
2017
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Materias: | |
Acceso en línea: |
http://repositorio.puce.edu.ec/handle/22000/13272 |
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Sumario: |
Superando las concepciones moralistas, la prostitución no es ajena a ser un oficio
más que la modernidad capitalista produce y demanda. Su ejercicio no está por fuera de la
dinámica del mercado: ofrecer un servicio a cambio de una compensación económica. No
obstante, el conflicto yace en la valoración simbólica que distingue un oficio de otro;
valoración que está atravesada por criterios de moralidad que separa los oficios buenos de
los malos, lo normal y lo abyecto.
Dichos criterios morales sientan su base sobre una estructura que legitima la
dominación de lo masculino sobre lo femenino: el patriarcado, el mismo que, si bien no es
producto del mundo moderno, permite que este se refuerce y pondere una lógica que
posiciona a la mujer como objeto de deseo del hombre, y a su cuerpo como un bien
consumible y explotable.
En este horizonte simbólico, la mujer adquiere dos formas: la virtuosa y la puta. La
primera de ellas personifica los parámetros impuestos desde un modelo hegemónico de ser:
fiel, servil, sin sexualidad propia y poseedora de la maternidad legítima. La Puta, por otro
lado, encarna la inmoralidad, el escándalo, la sexualidad pública, las enfermedades; es
mujer de todos pero posesión de nadie.
Sobre esta dicotomía se levanta el estigma con respecto al ejercicio de este oficio,
el cual ha profundizado escenarios de discriminación, explotación y violencia
institucionalizada y no institucionalizada. Tanto es así, que el accionar y el discurso
proveniente desde distintos sectores sociales como: Organizaciones No Gubernamentales,
Sociedad Civil y las mismas instituciones públicas no ha logrado superar este estigma que
responde a un trasfondo arraigado en un sistema moralmente patriarcal.
El Estado, como macro estructura política, reproduce una razón y una forma de
poder específica: el poder gubernamental o gubernamentalidad. Ésta, bajo el ejercicio
biopolítico de administración de las poblaciones, pretende regular y controlar los cuerpos, y
normalizar los hechos sociales que han sido considerados como patológicos e inviables para
la reproducción de la lógica imperante del sistema. |
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