Los cuentos de tradición oral como mecanismo de transmisión de saberes ancestrales relacionados con la naturaleza, en comunidades de la microcuenta del Río Chimborazo
De las cosas más hermosas que me han pasado en la vida, es haber nacido en un hogar de campesinos. Mi padre, mi madre, mis abuelos y otros campesinos me enseñaron, con su ejemplo y con muchos cuentos, la importancia del campo en sus vidas y lo necesario que es su conservación para el futuro. Así...
Autor Principal: | Forero Lozano, Jonh Alfonso |
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Formato: | bachelorThesis |
Idioma: | spa |
Publicado: |
2012
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Materias: | |
Acceso en línea: |
http://dspace.ups.edu.ec/handle/123456789/2341 |
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Sumario: |
De las cosas más hermosas que me han pasado en la vida, es haber nacido en un
hogar de campesinos. Mi padre, mi madre, mis abuelos y otros campesinos me
enseñaron, con su ejemplo y con muchos cuentos, la importancia del campo en sus
vidas y lo necesario que es su conservación para el futuro. Así con el gusto de
trabajar con y para los/as otros/as, me enseñaron que no se debe trabajar por el dinero
ya que éste ni habla ni escucha, es decir no cuenta cuentos. Me enseñaron que,
después de una larga y dura jornada de trabajo, lo mejor es tomarse una taza de café
bien conversadita, con un/a amigo/a o con las personas que habitan en nuestro
corazón y claro, en esa hora son bienvenidos los cuentos, mitos, leyendas, historias.
Así fue como me enseñaron lo bonita que puede ser la vida.
La casa de la finca de mis padres, estaba situada sobre una pequeña montaña del
Magdalena Medio de Colombia. Desde la casa se divisaba el río Ermitaño1 y a la otra
Orilla del río, la vereda2 Dos Quebradas. En aquellos años, ni la casa, ni la vereda
tenían luz eléctrica. Al caer la noche, nos sentábamos al frente de la casa, a tomar el
fresco que traía la brisa que bajaba surcando el río Ermitaño. A esa hora,
acompañábamos la comida, que muchas veces era plátano verde asado con pescado y
una gran taza de café, con la gran invitada de todas las noches: la palabra. Mientras
veíamos cómo las velas en Dos Quebradas se iban prendiendo, una a una, casa por
casa, iban saliendo de la boca de hombres y mujeres las palabras que contaban
historias, mitos, leyendas, cuentos, retahílas, adivinanzas, trabalenguas y canciones.
Muchas de las veces, por mi corta edad, me quedaba dormido en algunos brazos,
mientras esas palabras seguían entrando a mis oídos. |
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