Afinidades y progresión de componentes en el locus amoenus de Gonzalo de Berceo y Juan de la Cruz
La sensualidad de la poesía de Juan de la Cruz es instantáneamente llamativa. El enorme regocijo del alma en los parajes por los que la gracia divina se ha permitido guiarla nos parece asombrosamente vívido, considerando lo inenarrable de la experiencia. La voluptuosidad de la imagen...
Autor Principal: | Cepeda Miranda, Paúl Ismael |
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Formato: | bachelorThesis |
Idioma: | Spanish / Castilian |
Publicado: |
PUCE - Quito
2020
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Materias: | |
Acceso en línea: |
8663 |
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Sumario: |
La sensualidad de la poesía de Juan de la Cruz es instantáneamente llamativa. El enorme
regocijo del alma en los parajes por los que la gracia divina se ha permitido guiarla nos
parece asombrosamente vívido, considerando lo inenarrable de la experiencia. La
voluptuosidad de la imagen contrasta con lo austero de la orden a la que pertenece. ¿Cómo
entendemos entonces al hombre que decidió retirarse de la vida universitaria e ingresó a
la desprestigiada orden de los carmelitas luego de haberse formado en Salamanca con
jesuitas
1
? En alguna ocasión, el santo respondió emocionado a un carmelita luego de que
este le hubiera escrito manifestando su voluntad de dedicar su vida al claustro:
En esta vida, así como el alma no puede gustar a Dios esencialmente, así
toda la suavidad y deleite que gustare, por subido que sea, no puede ser
Dios; porque también todo lo que la voluntad puede creer y apetecer
distintamente es en cuanto lo conoce por tal o tal objeto
2
.
El estudio de los clásicos latinos —por nombrar lo obvio— seguramente
acompañó su formación en sus primeros años, pero nos resulta curioso el distanciamiento
atestiguado en su doctrina sobre el disfrute de lo sensorial. Si el místico aconsejó buscar
el provecho espiritual no en las vanas formas del mundo, sino en el interior con austeridad,
las tan vivas y atractivas imágenes del «Cántico» resultan por lo menos curiosas.
El jardín a donde llega la Amada cuando logra encontrar al Amado rememora el
muy replicado locus amoenus de raigambre clásica. El encuentro con Dios es acompañado
con la «música callada» de la naturaleza que se une al asombro de la voz poética para
cantar la maravillosa omnipresencia de su Creador. El desprendimiento final del
personaje del poema nos lo muestra llegado a una paz que sobrepasa cualquier posible
explicación. La naturaleza traza un paralelo con el desarrollo del descuido y bienestar de
la voz poética. Sin embargo, la complejidad del siglo XVI dificulta elucidar por completo
la cultura en que Juan de la Cruz desarrolló su breve obra poética. Sería inoficioso señalar
pormenorizadamente todas las fuentes que confluyen en nuestro poeta para hallar la
quintaesencia de su exuberante locus amoenus. Es un asunto delicado, considerando que
San Juan «nunca se atiene a una sola fuente ni siempre acepta todo: toma y deja lo que en
cada momento le conviene» (Ynduráin, 1997, pág. 173).
Este no pretende ser un estudio clarificador sobre todas las fuentes del carmelita
3
,
sino que propone algo más bien modesto frente a la enorme cantidad de páginas dedicadas
a dicho asunto. Nos ocupa aquí un antecedente muy preciso, que podría pasar
desapercibido: Gonzalo de Berceo
4
. El jardín con que tropieza el romero del riojano en la
Introducción de sus Milagros de Nuestra Señora se revela como un espacio de asombrosa
sensorialidad y deslumbramiento. Los caminos de la tradición nos enseñarán cómo las
imágenes de ambos poetas fueron propensas a diversísimos avatares y transformaciones,
de donde se desprende una particularidad tan específica que no deja mucho espacio para
dudar sobre la inspiración berceana de Juan de la Cruz en la figura del jardín en su obra. |
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